Cuando hablamos de griego clásico nos referimos, sobre todo, el dialecto ático de los siglos V y IV a.C. – la lengua de la prosa y del teatro ateniense, la forma del griego que se utilizaba en la Atenas del siglo de Pericles, de Platón y de los grandes oradores y dramaturgos.
El reparto dialectal del período clásico era del modo siguiente: el jonio se hablaba en Asia Menor, las islas Cícladas, y la larga isla de Eubea; el ático, como su nombre indica, en el Ática; el eolio estaba extendido por Tesalia, Beocia, la isla de Lesbos y la zona costera minorasiática de enfrente; el arcadio era hablado en la zona de Arcadia, en el Peloponeso, y el chipriota en la isla de Chipre; el dorio se hablaba en la mayor parte del Peloponeso, en las islas colonizadas por dorios, como Creta, Rodas, Cos, Tera y otras, y en diversas partes del Sur de Italia (la Magna Grecia) y Sicilia. El llamado griego del Noroeste, muy semejante al dorio, en la región cercana al Adriático, el Epiro y zonas vecinas.
Los dialectos griegos fueron desapareciendo al extenderse el uso de la lengua griega en todo el Mediterráneo oriental y en los territorios conquistados por Alejandro Magno. Hacia fines del siglo IV a.C., y como consecuencia de las conquistas de Alejandro, la lengua común griega o κοινή διάλεκτος se impuso como una especie de lingua franca desde las fronteras de la India hasta Egipto y de allí hasta el sur de Italia, siendo vehículo de la civilización y la cultura. De este período data la pronunciación actual de las vocales: se tornaron más breves y surgieron los diptongos αι, οι, ει. Se perdió el modo dual, el dativo y la voz media. El vocabulario se enriqueció con la creación de palabras nuevas y la introducción de palabras extranjeras (mayormente del hebreo y latín).
Esta lengua común (más conocida como Koiné) era la lengua a la que se tradujeron los textos del Antiguo Testamento y en la que se escribieron los del Nuevo Testamento. Era la lengua que utilizaban los filósofos, los mercaderes y los gobernadores de Oriente, ya fueran griegos o romanos. También fue la lengua de los autores más populares del helenismo, como Plutarco, Luciano, Plotino, o novelistas como Heliodoro. Los romanos hablaban y escribían griego en la zona oriental del Imperio, y en Roma se estudiaba el griego en las familias patricias o con intereses culturales. Era la lengua de la filosofía y de la ciencia.
Desde que Constantino trasladó la capital del Imperio Romano a Constantinopla (330 d.C.), hasta la conquista de esa ciudad por los turcos (1453 d.C.), el centro del poder político y cultural helénico estuvo en aquella ciudad, situada a orillas del Bósforo. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, al de Oriente aún le quedaban otros mil años de vida. Es la etapa del Imperio Bizantino.
Mientras que en el occidente bárbaro se ignoró el griego, en el mundo bizantino éste pervivió como lengua oficial. Es el griego medieval o bizantino. La información que tenemos sobre el griego del primer período bizantino (hasta el 1100 d.C.) proviene exclusivamente de textos literarios. Se observa que los cronistas y los autores de biografías de santos o de otros textos religiosos, así como el emperador Constantino VII, escriben en lengua popular – bien porque ya no pueden escribir en el antiguo ático, o bien porque desean ser comprendidos por la población inculta.
En el segundo período (1100-1435 d.C.) la información es mucho más abundante. En algunos textos encontramos la lengua neohelénica casi con la forma que tiene actualmente. En este período se renueva el contenido de las obras literarias y se produce el despertar de una conciencia nacional.
La lengua griega es la que tiene mayor historia de entre todas las que conocemos. Pero su conocimiento resulta de interés por otra razón aún más importante: el lugar del griego en la historia como punto de partida de la cultura occidental. En Grecia encontramos las raíces de nuestro modo de pensar y expresar el mundo, y muchos de los logros iniciales y decisivos de los diferentes ámbitos del conocimiento y la cultura europeos se expresaron y se pensaron por primera vez en palabras griegas.
La cuna del pensamiento occidental se dio en Grecia hace más de 2.500 años, y por eso es tan importante conocer la lengua que forjó nuestra cultura.